Hay un debate bastante extendido sobre la desigualdad estos días. Mientras algunos dicen que no es importante, que la riqueza general y el crecimiento es más importante, otros como Joseph Stiglitz y Paul Krugman (ambos premios Nobel de economía) dicen que importa y es un hecho que la brecha entre ricos y pobres está creciendo. Tal como mucha gente lo ha estado experimentando en su vida diaria, tal como nos han mostrado movimientos como Occupy Wallstreet, los Indignados u otras protestas en el mundo. Pero ¿qué es lo importante en todo esto?
Así que aquí dos importantes investigaciones para tener en cuenta, úselos como argumentos a discreción cuando quiera hablar del tema o critiquemos con bases.
Desigualdad en la pobreza: Impedimento para el desarrollo.
En el libro Why Nations Fail (Por qué fracasan las naciones), el economista Daron Acemoglu y el Politólogo James Robinson, intentan explicar por que algunos países se han vuelto ricos y otros siguen en la pobreza. Su respuesta descansa en un aspecto que, como hemos dicho antes, puede ser considerado parte de la cultura. Las instituciones.
Aunque en un primer vistazo rechazan las hipótesis simples de que la cultura explica estas diferencias, se referían básicamente a ésta como factores puramente ideológicos (como una ética del trabajo o ambición de riqueza) y hacen notar las diferencias entre poblaciones con la misma cultura pero diferentes ingresos (como Corea del norte y del sur o lo pueblos de origen mexicano en EEUU y México). De esta forma sólo se concentran en las instituciones políticas, que decantan a su vez en instituciones económicas, que permiten el crecimiento económico. En términos simples los autores proponen la existencia de dos tipos de instituciones: Las extractivas (de los países pobres) y las inclusivas (de los países ricos).
Para estos renombrados estudiosos (los rumores cuentan que Acemoglu va de candidato al Nobel pronto) las instituciones extractivas se caracterizan por la existencia de una "élite" que extrae riqueza del resto de la sociedad. De esta forma, el grueso de la población pierde todo incentivo para ser más productivo, ya que incrementar su esfuerzo no implica mayor beneficio para ellos sino para la élite. Además esta élite hará todo lo posible por conservar su privilegio, como desincentivar cualquier innovación que pueda producir dinamismo en la sociedad (miedo a la destrucción creativa), aparte de destruir anticipadamente cualquier oposición o competencia a su poder.
Para agravar el asunto, la población oprimida tenderá a revelarse y si, pese a los esfuerzos de reprimir a la oposición, un grupo logra derrocar a la élite, se corre el riesgo de caer en la "ley de hierro de la oligarquía". En tal caso la élite es simplemente sustituida por el nuevo grupo vencedor, el que mantendrá las instituciones extractivas con el resto (el poder corrompe, ¿no?).
Campo de trabajos forzados del Khmer Rouge en Camboya. Si bien el Khmer buscó terminar con la dictadura militar y el colonialismo en Camboya, una vez en el poder, profundizó rápidamente las instituciones extractivas, perpetrando incluso un genocidio de más de 2 millones de personas. Otras instituciones extractivas han sido la servidumbre feudal, el esclavismo y más actual, las oligarquías del capitalismo clientelísta. |
Sin embargo, si la revolución es inclusiva y amplia, es posible que se gesten instituciones que limiten el poder
de los nuevos gobernantes (como alternancia en el poder, división de estos, votación) y se abran posibilidades para que todos puedan influir en las decisiones políticas, generando cambios y dinamismo. Se crean instituciones inclusivas que permiten el cambio y la innovación. El beneficio es más probablemente distribuido según el esfuerzo personal, por tanto hay un incentivo a aumentar la productividad y los talentos de la población son mejor distribuidos, potenciando los distintos sectores de la sociedad. De esta forma se resuelve la desigualdad institucional y con ello toda la distorsión sobre el sistema que genera una élite con demasiado poder.
de los nuevos gobernantes (como alternancia en el poder, división de estos, votación) y se abran posibilidades para que todos puedan influir en las decisiones políticas, generando cambios y dinamismo. Se crean instituciones inclusivas que permiten el cambio y la innovación. El beneficio es más probablemente distribuido según el esfuerzo personal, por tanto hay un incentivo a aumentar la productividad y los talentos de la población son mejor distribuidos, potenciando los distintos sectores de la sociedad. De esta forma se resuelve la desigualdad institucional y con ello toda la distorsión sobre el sistema que genera una élite con demasiado poder.
Cuando a la reina Isabel I de Inglaterra le presentaron el primer diseño de una maquina hiladora, aunque sorprendida del ingenio, rechazó conferirle una patente a su inventor, ante el hecho de que la máquina reemplazaba el trabajo de 10 tejedoras, y 10 tejedoras sin trabajo eran 10 trabajadoras que hacían revuelas y como reina y para conservar su reinado tenía que evitar revueltas. Todo cambió después de la Revolución Gloriosa de 1688, cuando el parlamento (que representaba múltiples intereses) otorgó patentes para muchos inventos que desencadenaron en la revolución industrial. |
El libro además agrega que tales instituciones políticas permiten un escenario más justo que genera crecimiento económico, destruyendo economías ineficientes por otras mejores (destrucción creativa). Obviamente deben existir garantías políticas de que instituciones económicas inclusivas, como los mercados, sigan siendo tal, por ejemplo a través de un sistema de justicia en que los actores menos poderosos estén en igualdad de condiciones para defender sus causas que los más. De cualquier modo es posible que el sistema vaya segregando, especialmente si las instituciones económicas inclusivas no se sustentan en las instituciones políticas inclusivas.
Esto podría ser el caso de China y Singapur, en que instituciones económicas inclusivas están bajo un sistema político extractivo. Un escenario en que el crecimiento económico no podría durar, repitiendo fenómenos de crecimiento rápido bajo instituciones extractivas (como durante los 50, 60 y 70 con la URSS) pero que no son sostenibles en el tiempo. Además están los casos de la crisis de los Trust en 1890 y la financiera del 2008 en EEUU, en que el mercado creo gran concentración de la riqueza (desigualdad), haciendo peligrar la democracia Estadounidense.
Lamentablemente el desarrollo de países ricos con instituciones inclusivas ha aumentado la desigualdad global, ya que la influencia de naciones más poderosas que otras ha desembocado en colonialismo y neocolonialidad. Una clase de desigualdad que ha dejado a los países ricos como extractores de los recursos naturales de los demás, impidiendo el desarrollo de sus propias instituciones inclusivas, fomentando el poder de las élites locales.
Desigualdad en la riqueza: Impedimento para el bienestar
Los epidemólogos Richard Wilkinson y Kate Pickett, en el libro The Spirit Level: Why Greater Equality Makes Societies Stronger (El nivel de espíritu, Por qué la equidad hace sociedades más fuertes) dan buenas razones para preocuparse por la igualdad.
Si observamos la relación entre ingreso económico por persona y lo comparamos con algunos datos asociados al bienestar (principalmente en salud, ámbito más familiar para el campo de los autores) veremos que existe una relación entre ingreso y bienestar. O sea, que mientras más alto sea el ingreso por persona en un país, mejor bienestar. Sin embargo esta relación se desdibuja totalmente por sobre los 20.000 USD per capita, donde agregar más dinero no asegura ninguna mejora.
Ingreso per capita v/s Expectativa de vida |
Sin embargo, estos investigadores empiezan a hacer sentido cuando ordenan los datos de bienestar y los comparan con los de desigualdad del ingreso en vez del ingreso simplemente. Y el resultado es muy llamativo. Entre los países de ingresos altos, el bienestar aumenta donde la desigualdad es menor.
Los autores explican el efecto de la desigualdad en el bienestar a través del nivel del estrés (cortisol). Según ellos la desigualdad genera estrés permanente, la gente tiene mayor preocupación por la opinión de los demás, se es más inseguro y depresivo, se desarrollan sentimientos de superioridad e inferioridad, lo que repercute en la salud y por tanto en el bienestar, tanto de ricos como de pobres. ¿Has sentido la presión social de la desigualdad, la angustia de la comparación constante? (más info en TED)
Fuentes:
Daron Acemoglu y James Robinson, 2012, Why nations fail.